jueves, julio 19, 2007

Por las mujeres de Atenas.

Fondeado con Alimos a la popa es dificil no escuchar el buillico del puerto, el olor a sardinas asadas y a higos, yogur y pepino. La vida de Atenas inunda el ambiente. Pero es al anochecer, cuando el tumulto se acalla y sopla brisa del este, cuando parece que el viento nos traer el rumor de la batalla, lejana, casi ajena a nosotros, pero siempre presente.
Es en esos momentos cuando deseo que todas las mujeres fuesen como las de Atenas, que todas se llamasen Lisístrata, y que todas las guerras se solucionasen con una huelga de piernas cruzadas. Las viejas Fenicia y Palestina, condenadas a no conocer la paz, y más allá, más al este, más viento de muerte y ruido de acero.
Doy una calada larga a la pipa y añoro las voces de las vendedoras de pescado que acallen el rumor, pero sobre todo deseo que Lisístrata no estuviese solo en la cabeza de Aristofanes y que habitase también en nuestras cabecitas.

Levanto mi copa en dirección al Pireo, un brindis por las mujeres de Atenas.
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