sábado, agosto 16, 2008

Los galones del capitán.

Hemos atracado en puerto irlandés. Hacía tiempo que no pisaba estas tierras, pero siempre es grato oir su musica, desnudar a sus mujeres y probar su wishkey. Y de eso ha habido mucho, de wishkey, por supuesto.

Otro capitán, un viejo amigo, me preguntaba por mis galones y por qué decidí subirme al puente. Me conoce, sabe que soy hombre de tierra.

Nunca me lo había planteado, subí a mi barco y supe que mi sitio era ese, pero no siempre estuve aquí. Recuerdo otros tiempos, cuando mirando a izquierda y derecha solo veía hileras de mis hermanos, recuerdo cuando dejaba de sentir mi brazo izquierdo de sostener el escudo bajo los golpes del enemigo y la derecha temblaba sujetando la lanza.
Recuerdo ver caer a mi alrededor a amigos de siempre cubiertos de polvo y sangre. y me recuerdo untando de aceite mis musculos exhaustos tras la batalla, sabiendo que quizás mañana fuese el último día.

Por eso, amigo, me enrolé en la marina. La infanteria es para los heroes, y yo no lo soy, solo ansío llenarme de amaneceres y nuevos paisajes.

Si tienes más dudas pregúntame y te contaré más batallas.

lunes, agosto 11, 2008

... y la cruz.

Calma chicha, debería estar en la cama, pero la noche no invita a ello.
No dejo de dar vueltas por el castillo de popa, imagino las maldiciones de los que tratan de dormir en el sollado.

Demasiadas cosas bullendo en mi cabeza. Pero sobre todo es uno de los últimos despachos el que me quita el sueño.

Ayer me llegó la noticia de que uno de mis mejores amigos estaba en el hospital. Demasiada mala suerte, hace siete años nos tuvo con el alma en vilo durante unos meses, y no nos esperabamos esto.

Me empeño en conservar el buen humor, tampoco hay motivos para no hacerlo. Las noticias continuan llegando y no parecen tan malas como pareciamos habernoslas tomado. Pero a veces no puedes dejar de preguntarte cómo puede ser tan puta la vida.

Se que en un par de semanas estaremos en cubierta riéndonos de todo, pero ahora tengo un pequeño amargor en el gaznate. Así que levantaré de nuevo la jarra para remojarmelo a su salud.

Lo que son capaces de hacer algunos para ganarse los cuidados de una pelirroja.

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La cara...

Nada ansía más todo marino que llegar a puerto sano y salvo. Al final, tras toda larga travesía, llega el momento de poner los pies en tierra, de empaparte de los olores del puerto, del sabor del pan recien hecho, de la risa de los niños y algo firme debajo de los pies.

Pero la llegada a nuestro destino puede encontrarse llena de peligros, y cuando navegas de noche, sólo la luz de los faros te mantiene a salvo.

Mucho tiempo en alta mar, demasiado. Esta vez deseo llegar a casa, desembarcar una temporada y disfrutar de un trabajo en el Almirantazgo.

Hoy no hay luna ni estrellas para enseñarme el camino. La costa está ahí, la huelo y la siento, pero soy incapaz de verla.

Pese a lo que el viento y las venas me digan se que debo esperar al amanecer, pero no pierdo la esperanza. Sigo velando en cubierta, esperando que el dedo de luz de un faro me muestre el rumbo.
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