sábado, marzo 07, 2015

Ars longa...


El barco ha quedado amarrado en Heraklion para hacerle unas reparaciones y avituallarlo.

Desde lo alto de la colina contemplo las ruinas del palacio, y no puedo dejar de maravillarme. He pasado las horas recorriendo pasillos y estancias, y en cada uno de ellos escucho ecos de risas y susurros de lo que fue en otro tiempo, y me cuesta muy poco dejar que mi mente vuele atrás en el tiempo, y contemple el esplendor de antaño.

Pero con la fascinación por el entorno se mezcla la historia de cientos de personas que habitaron estas paredes. Personas con nombre y rostro, con sueños y miedos, personas que amaron, codiciaron, sufrieron y rieron. Que gimieron de placer y sintieron escalofríos. Personas que soñaron ser importantes, que decidieron el destino de muchos, que con su voluntad conformaron a realidad de otros. Y todos ellos, invariablemente, hace siglos que dejaron de existir. Sus miedos, sueños, anhelos, ansias de poder, sus orgasmos o llantos se han diluido en el tiempo como el eco de su nombre en boca de sus cercanos.

Con la certeza de que ese es el único destino para todos, me aferro al calor que me da el sol, dejo que el viento arrastre miedos y apegos y me recuerdo que cada instante es un regalo y que mi único desvelo debería ser elegir cuidadosamente donde gasto mi tesoro.

No me quejo, de momento mi inversión está mereciendo la pena, pero cada vez soy más consciente de lo peligroso que puede ser despistarse y dejar que el tiempo se escurra entre los dedos en las batallas equivocadas.


… vita brevis.
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