Aye aye, Sir
He
pasado tanto tiempo navegando solo, que formar parte de una flota es una sensación
curiosa. Es cierto que al principio da vértigo ponerse a las ordenes de
alguien, tienes la sensación de ceder tu libertad y autonomía, para plegarte a
la voluntad de otro, y es algo duro para un marino.
Pero todo
cambia si tienes la fortuna de contar con un buen Almirante y confiar en su
criterio.
Y yo
cuento con ella.
Navegamos
con todo el trapo largado, nos gobiernan la audacia y la sagacidad. Formar
parte de la flota me obliga a navegar con una premura que roza casi la
precipitación, pero ni quiero ni puedo perder su estela, nunca hubiese soñado
con ver los mares a los que me han llevado, luchar las batallas que han elegido
o realizar las proezas que me han tocado en suerte.
No dudo
del marino que hay dentro de mí, pero tengo por seguro que hay empresas que uno
no puede emprender en solitario, solo en compañía de grandes marinos.
Y aquí me
tenéis, secándome la espuma de la barba y vociferando desde el puente para que
todo funcione como un engranaje bien engrasado. La capitana ha largado más
trapo y cambiado el rumbo, y debo ocupar mi puesto en la formación para que
ningún flanco quede descubierto. Todos los cables están tensos como cuerdas de
guitarra, los hombres, nerviosos, huelen la tensión en el aire con el aroma de
la batalla. Y me sorprendo descubriendo que me fascina esta sensación, la
sensación de que el mañana no existe y que lo más parecido es lo que con
nuestros sueños moldeemos para nosotros y los nuestros.
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