martes, abril 07, 2015

En recuerdo de Ahab

Desde el ventanal del camarote contemplo el cielo plomizo con la mirada perdida. Soy levemente consciente de la tonada que canturrea en cubierta algún marinero, del suave balanceo del barco, del olor del mar, y de que mis ideas se han enredado alrededor del mismo tema, girando y enmarañándose, y volviendo a tratar de escapar, para acabar en el mismo lugar.

Hay momentos en los que te descubres persiguiendo a una ballena blanca con demasiado ahínco y pasión, aun a sabiendas de que ese trabajo solo te llevará a la desgracia. Y aunque des la orden de virar y recoger trapo, sacarse esa obsesión de la cabeza es un esfuerzo de titanes.

La orden está dada, y cada milla me aleja más, a aguas más tranquilas, donde la suave brisa me permita dejarme sorprender por nuevas empresas. Pero aunque cabeza y corazón me recuerdan que es lo correcto, queda un extraño sabor acre en la boca, mezcla de derrota y pena. Es lo que tiene poner pasión en lo que haces  y en lo que eres, cuando toca recoger el campo, siempre queda alguna marca.


Apuro el café y me apresto a salir al puente, no creo que la sensación desaparezca instantáneamente, pero tampoco me hará daño otear el horizonte, y con suerte descubrir un nuevo motivo al que ponerle pasión.
Creative Commons License
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.