lunes, agosto 11, 2008

La cara...

Nada ansía más todo marino que llegar a puerto sano y salvo. Al final, tras toda larga travesía, llega el momento de poner los pies en tierra, de empaparte de los olores del puerto, del sabor del pan recien hecho, de la risa de los niños y algo firme debajo de los pies.

Pero la llegada a nuestro destino puede encontrarse llena de peligros, y cuando navegas de noche, sólo la luz de los faros te mantiene a salvo.

Mucho tiempo en alta mar, demasiado. Esta vez deseo llegar a casa, desembarcar una temporada y disfrutar de un trabajo en el Almirantazgo.

Hoy no hay luna ni estrellas para enseñarme el camino. La costa está ahí, la huelo y la siento, pero soy incapaz de verla.

Pese a lo que el viento y las venas me digan se que debo esperar al amanecer, pero no pierdo la esperanza. Sigo velando en cubierta, esperando que el dedo de luz de un faro me muestre el rumbo.
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