miércoles, abril 29, 2015

Mirando alto

No puedo negarlo, me encanta el sol y la brisa, el sabor de la sal en la boca, la espuma de las olas en la cara y el temblar de las velas en la tormenta. Me encanta el mar, y surcarlo en mi navío.

Pero no puedo negarlo, soy de donde soy, y a veces añoro el verde los valles, el gris de las nubes, el rocío en cada brizna de hierba, el frío de la roca y el olor de la siega.

Y a veces me libraría de mi uniforme por volver a calzarme las botas, dejaría a un lado mi sable para cargar con los crampones y el piolet, cambiaría el astrolabio y el sextante por mi brújula y mi mochila. Y subiría, subiría donde todo se hace pequeño, donde el aire duele en los pulmones, donde estas más cerca de los se marcharon, donde el frío te tensa la piel  y la ventisca cuaja en tu barba.

Pero no hay prisa, mis montañas siguen ahí, esperándome, aguardando que vuelva a abrir sus caminos. Es el derecho del aventurero, haberse ganado la llave de rutas tan distintas.


No es lo mismo, me sigue faltando el aroma del brezo, pero no negaré que el de un buen espeto no sea un buen bálsamo.


martes, abril 07, 2015

En recuerdo de Ahab

Desde el ventanal del camarote contemplo el cielo plomizo con la mirada perdida. Soy levemente consciente de la tonada que canturrea en cubierta algún marinero, del suave balanceo del barco, del olor del mar, y de que mis ideas se han enredado alrededor del mismo tema, girando y enmarañándose, y volviendo a tratar de escapar, para acabar en el mismo lugar.

Hay momentos en los que te descubres persiguiendo a una ballena blanca con demasiado ahínco y pasión, aun a sabiendas de que ese trabajo solo te llevará a la desgracia. Y aunque des la orden de virar y recoger trapo, sacarse esa obsesión de la cabeza es un esfuerzo de titanes.

La orden está dada, y cada milla me aleja más, a aguas más tranquilas, donde la suave brisa me permita dejarme sorprender por nuevas empresas. Pero aunque cabeza y corazón me recuerdan que es lo correcto, queda un extraño sabor acre en la boca, mezcla de derrota y pena. Es lo que tiene poner pasión en lo que haces  y en lo que eres, cuando toca recoger el campo, siempre queda alguna marca.


Apuro el café y me apresto a salir al puente, no creo que la sensación desaparezca instantáneamente, pero tampoco me hará daño otear el horizonte, y con suerte descubrir un nuevo motivo al que ponerle pasión.
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