Ordenanzas
Todos tememos las grandes tormentas, velas desgarradas, mástiles partidos, algún tripulante desaparecido, incontables daños dejando el buque malherido y muchas veces a la deriva. Pero casi milagrosamente todos a bordo parecen olvidar la tragedia, y de manera automática cada uno hace lo que se espera de él. De repente todas las rencillas se olvidan, otros buques aparecen para socorrerte y en poco tiempo el barco está de nuevo en condiciones de seguir navegando.
Pocas veces un barco se muere por eso.
Paseando por los muelles ves viejos barcos, decrépitos, con el esplendor perdido, esperando que el desguace acabe con su miseria.
Si esas cubiertas pudiesen hablar nos contarían que un día pasó algo, una nadería, nada digno de ser recordado. Nadie se molestó en tapar ese desconchón en la pintura para evitar que la madera del casco se pudriese por el agua. Poco después nadie se preocupó de remendar el estay que se estaba descosiendo. Al poco tiempo nadie se cuidó de pulir y fregar la cubierta, o de cambiar las maromas que empezaban a pudrirse, o de quitar el óxido de las juntas y tuercas, hasta acabar varado en el muelle, aguardando el final.
Es por eso que, como capitanes, debemos tener presentes las ordenanzas, para recordarnos que los finales "gloriosos" son los menos, y que son las pequeñas grietas las que acaban derrumbando las grandes catedrales.
Pocas veces un barco se muere por eso.
Paseando por los muelles ves viejos barcos, decrépitos, con el esplendor perdido, esperando que el desguace acabe con su miseria.
Si esas cubiertas pudiesen hablar nos contarían que un día pasó algo, una nadería, nada digno de ser recordado. Nadie se molestó en tapar ese desconchón en la pintura para evitar que la madera del casco se pudriese por el agua. Poco después nadie se preocupó de remendar el estay que se estaba descosiendo. Al poco tiempo nadie se cuidó de pulir y fregar la cubierta, o de cambiar las maromas que empezaban a pudrirse, o de quitar el óxido de las juntas y tuercas, hasta acabar varado en el muelle, aguardando el final.
Es por eso que, como capitanes, debemos tener presentes las ordenanzas, para recordarnos que los finales "gloriosos" son los menos, y que son las pequeñas grietas las que acaban derrumbando las grandes catedrales.