martes, marzo 17, 2009

Honra a tus mayores

Cada cierto tiempo, en noches especiales, tengo la fortuna de contar entre mis invitados a un viejo fantasma. Aparece sin más en mi camarote, se enciende una pipa y cortesmente prepara de beber para los dos.

No sabría decir por qué, pero nunca le tuve miedo. Simplemente apareció, y ocupó su lugar en mi vida.

En su última visita, entre calada y calada a la pipa, y tras criticar mi pésimo gusto eligiendo tabaco, me recordó a cierto marino del que le hablé una vez. Y me sugirió que brindasemos por él, y por tantos otros que antes de nosotros habían luchado contra el mar y de los que tanto habíamos aprendido. Tras el brindis, y justo antes de desvanecerse, me susurró "Honra a tus mayores, recuerda sus hazañas".

Por cariño a mi fantasma, pero sobre todo , por respeto a esos marinos, intentaré honrar su memoria, y revivir sus aventuras.

domingo, marzo 15, 2009

El Dorado.

Tengo la vista nublada de tanto mirar las cartas. Se que está ahí, perdida en medio del océano, pero no aparece en ninguna parte.

No sabría calcular el tiempo que llevo estudiando estas cartas, sabiendo que la isla está. Debe haber algún error, cuanto más miro, más me desespero, más me obsesiono con los tesoros que cuentan los que una vez oyeron contar a un marino que compartió rol con el timonel del barco que llevó la caja.

No me cabe duda de que el tesoro debe ser fabuloso, pero lo que siento está ya más alla de todo eso. Es el ansia de la búsqueda, la visión del cazador, el que sabe que hasta que no derribe a su presa no podrá descansar tranquilo.

La obsesión llega tan lejos que, a veces, estando en cubierta, siento que lo que busco está tras esas leves nubes, o quizás en esa fina línea que se dbuja en el horizonte por poniente, o me lleva a coger el catalejo y subirme a la cofa de mayor a otear durante horas, descuidando mis labores de Capitán, por el ansia de ser el primero en descubrirla.

En los últimos días me ha asaltado la duda de si mis cartas serán correctas, de si una cruel broma del destino no habrá hecho que las mías, justo las mías, no incluyan los datos de deriva para calcular con precisión la posición de la isla. Presiento que para alcanzar el tesoro voy a tener que prescindir de las cartas y dejarme llevar por otra clase de brújulas.

Pero lo que más me inquieta es el sonido que suena en mi cabeza cada noche, cuando en la soledad del camarote intento conciliar el sueño. Es como si del otro lado del casco, la isla susurrase en mi oido mi nombre, y me llamase, haciendome propietario de todos sus encantos y tesoros, desafiandome a buscar con más ahinco, solícita e incitante. Es en esos momentos cuando me veo levantandome del coy y lanzandome a la carrera contra el casco para atravesarlo y abrazar mi isla.

Solo espero que el calor del trópico no esté volviendome loco o que, si los hados lo permiten, el grito del vigia nos salude con el deseado "Tierraaaaaaaaaa" cualquiera de estas mañanas.
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